A menudo se confunde la realidad con la leyenda o se inventan situaciones que tergiversan los sucesos, es el caso de Ricaurte en San Mateo, Girardot en el Bárbula y el de Pascasio Martínez cuando apresó al general Barreiro. Antonio Ricaurte no se inmoló, el cadáver de Atanasio Girardot se encontró en algún lugar del combate, que no era ciertamente la cima, y el comandante español se entregó al primer soldado patriota para evitar que lo asesinaran y no tenía interés alguno en ofrecer dinero por su libertad, pues en ese momento, José María Barreiro estaba mejor en manos de Bolívar que en Santa Fe de Bogotá, donde el virrey Sámano le endosaría la derrota realista..
Al repasar la batalla de Boyacá tiene más lógica aceptar la segunda versión, pues mal haría un comandante militar en confiar en una niña para tomar el rumbo que señaló el triunfo patriota. Cuenta la leyenda que las indicaciones de Estefanía Parra sirvieron para alcanzar las tropas de Barreiro en el rio Teatinos y permitir el paso de numerosos jinetes llaneros por un vado seguro sin tener que abrirse paso por el puente de Boyacá, que fue cruzado por la infantería con cuantiosas pérdidas.
Recuerdo mis tiempos de servicio militar en el Batallón Miguel Antonio Caro-MAC- y no olvido las largas caminatas por los cerros bogotanos. En esas duras jornadas con una ametralladora punto treinta a cuestas, había momentos en que el cansancio era superior a cualquier aliento; sin embargo, a la par del batallón, avanzaba una marchanta por las empinadas laderas, con dos enormes canastos llenos de galletas, génovas y golosinas que ofrecía cuando la tropa se detenía a descansar. No grabé su nombre, pero sí su figura robusta, de trenzas y pañolón, cara redonda y cachetes encarnados. Así debió ser Estefanía Parra, la brava mujer tunjana que acompañó con sus “comisos” a la tropa libertadora.
Al agradecer el esfuerzo de los llaneros y montañeses que nos dieron una nación soberana, tendríamos que considerar el valor de las mujeres que recorrieron las llanuras inundadas, el páramo gélido y las sierras escabrosas. Quizás para no divulgar la ruta o por las dificultades y carencias de la marcha por el páramo, el alto mando patriota, al llegar a Paya, prohibió la presencia de mujeres en los campamentos y estableció el castigo de 50 latigazos a las que desacataran la orden o a quienes las acogieran en los cuerpos armados; pero ello no impidió que ellas continuaran en la retaguardia, detrás de los combatientes, haciendo travesías para que no las descubrieran. Las abnegadas juanas iban tras sus maridos o sus hijos, cargando su ropa y las mantas, listas para auxiliar a los seres queridos heridos o enfermos y darles compañía en los últimos momentos..
Los españoles sacrificaron centenares de mujeres que sirvieron de estafetas, de espías o hicieron parte de las fuerzas insurgentes; sin embargo, muy pocas pasaron a la historia. En la marcha libertadora se recuerda a Juana Velasco de Gallo, la matrona que entregó sus dos hijos a la Patria, compró telas y ayudó a confeccionar ropa para la tropa republicana y suministró una partida de caballos al Libertador, incluyendo a “Muchacho”, el hermoso alazán que entró con Simón Bolívar a Tunja. Otra heroína fue Justina Estepa, una llanera asesinada el 16 de enero de 1816 en Pore al descubrirse que era una auxiliar de las guerrillas; Justina era dueña de un hato, amazona y domadora de caballos, a quien como a “la Pola” le compusieron canciones que se oyeron en los esteros y morichales del Casanare. También se recuerda a Juana Bejarano, una sargento disfrazada de hombre, quien como Simona Amaya, combatiente de la aldea de Paya, cruzó lanzas con los realistas.
Trascurridos doscientos años, apenas ahora se está reconociendo la importancia de María Rosa Lazo de la Vega, propietaria de la Hacienda Tocaría, en Nunchía, Casanare, quien alimentó y dio refugio a las guerrillas del coronel Santander entre 1815 y 1819. Esta llanera puso a disposición de los patriotas 110.000 cabezas de ganado y 2.000 yeguas y caballos. Al final del conflicto esta generosa mujer quedó en la ruina y trató de que le reconocieran parte de la deuda, pero nada logró, enredada en la fronda de la burocracia que continuó con todas sus trabas, como herencia nefasta de los españoles.
Dice la leyenda que después de la batalla en el Puente de Boyacá, Estefanía Parra miraba desde lejos a Santander y a Bolívar sin atreverse a saludar a sus “amitos”, fue entonces cuando el lancero Rondón, que valoraba la gran ayuda de la campesina, la llamó y le dio una moneda de plata, que ella guardó en un taleguito de lana y mostró con orgullo a sus nietos.
Trascurridos doscientos años, apenas ahora se está reconociendo la importancia de María Rosa Lazo de la Vega, propietaria de la Hacienda Tocaría, en Nunchía, Casanare, quien alimentó y dio refugio a las guerrillas del coronel Santander entre 1815 y 1819. Esta llanera puso a disposición de los patriotas 110.000 cabezas de ganado y 2.000 yeguas y caballos. Al final del conflicto esta generosa mujer quedó en la ruina y trató de que le reconocieran parte de la deuda, pero nada logró, enredada en la fronda de la burocracia que continuó con todas sus trabas, como herencia nefasta de los españoles.
Dice la leyenda que después de la batalla en el Puente de Boyacá, Estefanía Parra miraba desde lejos a Santander y a Bolívar sin atreverse a saludar a sus “amitos”, fue entonces cuando el lancero Rondón, que valoraba la gran ayuda de la campesina, la llamó y le dio una moneda de plata, que ella guardó en un taleguito de lana y mostró con orgullo a sus nietos.
Sobre el autor
Nombre: Alfredo Cardona Tobón
Profesión : Ingeniero Mecánico de la Universidad Pontificia de Medellín
Especialización en Metalografía y Microscopía
Especialista en fundición de materiales ferrosos
Residencia: Pereira- Colombia
Miembro de Número de la Academia de Historia de Caldas, de la Academia Pereirana de Historia y del Centro de Historia de Manizales
Colaborador en Papel Salmón- La Patria-Manizales
Colaborador de Las Artes- El Diario del Otún Pereira.
Autor de : Quinchía mestizo, Ruanas y bayonetas, Indios curas y maiceros, Los Caudillos del Desastre, Historia y Memoria, Historia rural de Pereira, Crónicas de Opirama
Coautor de La Historia a través de los caminos, Risaralda siglo XXI y Al recio empuje de los titanes
Libros sin publicar: El fortín de la Montaña, La Historia a través de los caminos-
Experiencia como ingeniero:
Superintendente de Abocol- Cartagena
Superintendente de Mecánica Cementos Samper.
Gerente de Planta de FUTEC
Gerente de Planta de CIMETAL
Ingeniero de Zona de Acerías Paz del Río
Gerente de Planta de Acerías El Muña
Gerente de FUNAL
Docente fundador de la facultad de Ingeniería Mecánica de la Universidad Autónoma de Manizales
Catedrático de la Universidad Nacional de Manizales.
Catedrático de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín
Jefe de Laboratorios de Metalografía y Microscopía del SENA de Manizales.
Fundador de la Sociedad de Mejoras Públicas de Quinchía
Fundador de Club Rotario de Turbaco.
Fundador del Centro de Investigaciones Históricas de Centro Occidente de Colombia
Primera familia residente en el barrio Las Margaritas de Bogotá.
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